viernes, 3 de abril de 2015



ARGENIS RANUÁREZ ANGARITA

PERFIL DE UN LLANERO EJEMPLAR




 DEDICATORIA

  A las viejecitas pobres que lo bendijeron a su paso. Al pueblo agradecido que lo despidió con lágrimas. A médicos y enfermeras que siguen su ejemplo.


  ADVERTENCIA 
 Estas páginas no son obra literaria ni histórica. Tampoco es un trabajo porque ningún esfuerzo mental ni físico han costado. Son simplemente, una forma de materializar el sentimiento de amor filial, de admiración y de gratitud hacia el hombre que guió nuestra vida por este camino que sólo con la muerte dejaremos. Escribir sobre la obra de Israel sobre su vida, que fueron una sola y misma acción creadora, ha sido y será placer inmenso. Tomar el álbum donde guardó con celo Mamá Ana las fotografías familiares y devolver la película de la memoria para recoger los aspectos más resaltantes de esa vida, han servido para evaluar nuestra propia acción. Hemos tratado en lo posible, de dejar que el corazón no domine al cerebro, para evitar la exageración a que tiende todo juicio apasionado. Desde la muerte de este llanero íntegro, integral e integrado, pensamos en rendir tributo a su memoria con unas líneas. La Universidad que contribuyó a crear, lo hace ahora posible, como parte de un programa  homenaje con motivo de los ochenta años de su nacimiento. Es un regalo de gran valor, esta posibilidad de conocer aspectos de la vida de un llanero de Zaraza, que sin alardes de pedagogo, ni ínfulas de más que los demás, dio lecciones de ética en el ejercicio de la noble profesión que escogió para servir a la humanidad y ética a cada paso, en cada acto, a toda hora. El autor


  "TRISTEZA INVERNAL CON SONRISA DE PRIMAVERA..."
  La Universidad Rómulo Gallegos honra su agenda académica, investigativa y de extensión, al rendir homenaje a un llanero integral y ejemplar, el Dr. Israel Ranuárez Balza, ochenta años después de su nacimiento y a casi tres décadas de su temprana muerte física, con la edición de esta hermosa recopilación creativa y creadora, producto de la inteligencia, de la memoria, de la sensibilidad y de las vivencias de su hijo Argenis, poeta, soñador de sueños buenos, periodista, abogado, cronista de excepción, brillante y encendido verbo de maestro de la palabra en la carrera de Informática de nuestra Alma Mater. El poema filial del hijo, soportado con las imágenes escondidas en el baúl de los recuerdos familiares, compartidas con ese pueblo que el Dr. Ranuárez Balza tanto amó, nos muestra en su más elevada dimensión a un médico universalguariqueño ejemplo ético frente al ejercicio de una profesión que tratamos de humanizar en los programas académicos de nuestra Escuela de Medicina "Dr. José Francisco Torrealba" del Área de Ciencias de la Salud, epónimo de otro médico universalguariqueño que compartió sueños, esfuerzos, dificultades, espacios terrígenos, cultura llanera, sabiduría, humildad, generosidad y servicio sin límites para tratar de mitigar el dolor, curar la enfermedad y preservar el don Divino de la Vida. La Universidad reconoce al hombre, al médico, al padre ejemplar, al Scout, al llanero de a caballo, al soñador y cultivador de rosas, en fin, al humanista integral que fue el Dr. Israel Ranuárez Balza quien, proveniente de El Médano de Zaraza, hizo suya a la San Juan de los Morros de una buena parte del siglo veinte, a la cual trajo en su mente inquieta de niño ávido de conocimientos, la laguna vieja, el canto de los pájaros, la faena llanera, el paisaje de la cuenca del Uñare, la hidalguía de la Atenas del Guárico, el respeto por las personas y por los animales, para depositarlas en una "bella aldea llena de mangales, jobos, ciruelos, naranjas y guamos" como la describe su hijo Argenis. "Y (aquí) en la Puerta del Guárico, después de Tucupidos y Tocuyitos, luego de tifus y malarias, sembró esperanza y recogió lo que en vida le proporcionó como recompensa a tanto invierno sobre su espalda, a tanto humo frente a sus ojos y a tanto frotar sus manos que nunca fue impotencia, sino cábala." El Dr. Ranuárez Balza fue el prototipo del médico humanista, del apóstol al servicio de su pueblo, clínico de certero diagnóstico con solo ver, escuchar y palpar a sus pacientes, en momentos cuando las decisiones, ajenas a la tecnología de hoy, dependían exclusivamente del conocimiento, del criterio y de la inteligencia del curador de almas y de cuerpos hacia donde devino su ejercicio profesional. No podemos olvidar en nuestro vigésimo quinto aniversario, el aporte sustancial del Dr. Ranuárez Balza en las épocas primeras de este sueño que no pudo ver, la Universidad Rómulo Gallegos, la cual entrega esta obra de exquisito lenguaje, óleo polícromo de la vida y obra de un llanero ejemplar que enaltece el gentilicio guariqueño y que trasciende el tiempo para darnos ejemplo permanente de vida digna y de integridad plena; retrato de un apóstol de la ciencia hipocrática, paradigma de generaciones, que "concibió el acto médico como un acto humano y social, pero en presencia de Dios"; semblanza de un ciudadano íntegro y de un hombre que solo transitó entre nosotros durante cinco décadas, con su "tristeza invernal con sonrisa de primavera", pero que lo hizo en forma plena, con generosidad de corazón abierto y con alma filantrópica, al servicio de su pueblo; entronizado hoy en el corazón de los sanjuaneros por siempre y para siempre. Dr. Luis Enrique Gallardo Rector.



  DE ZARAZA A SAN JUAN 

 Pedro Ranuárez nació en San José de Uñare. Ana Balza Rodríguez, en Zaraza. El nació en el 1900 y ella, en 1905. Se casaron y tuvieron cuatro hijos, uno murió de corta edad. Los otros, Israel, Luz Esther y Pedro Celestino. La infancia de los Ranuárez Balza, transcurre en Zaraza, una casa de barro y techo de paja, en EL MÉDANO, los cobijó hasta 1927, cuando se fueron a Tucupido. Esa casa estaba situada frente a las ceibas centenarias que fueron derribadas sin necesidad, pretexto de construir la Plaza del Médano. En la esquina, había estado años antes, el negocio de Doña Ursula, abuela materna, quien estaba emparentada con los Rodríguez Berroeta y con los Reyes Aguirre, toda vez que ella, al igual que sus hermanos Vicenta, Aulalia y Concha, eran hijas de Luis Felipe Aguirre Graterol. Poca o ninguna indagación hemos hecho sobre los asuntos de la genealogía. Sólo sabemos que los Rodríguez eran de Zaraza, los Balza, llegaron procedentes de Agua Negra y que en el Noroeste de España, existió un Coronel Ranuárez, según contó al tío Pedro Celestino, un amigo suyo español, veterano de la Guerra Civil. La infancia de Israel transcurre en ese apacible pueblo llanero. Creemos que esa vida rural influyó en él para toda la vida. De niño, iba a la laguna de Don Perucho Carrizales y contemplaba arriba, los pájaros en sus nidos, abajo las babas tomando el sol. El viejo Ranuárez le enseñó a ensillar bestias, hacer nudos y fundamentalmente, a cuidar a los animales. El año treinta, se van a Tocuyito y el treinta y dos se instalan en San Juan de los Morros, para ese entonces jurisdicción de Aragua. Don Pedro consiguió empleo en el Gobierno del General Juan Vicente Gómez y pronto se había ganado el respeto y aprecio por su responsabilidad y honestidad. Era hombre de a caballo, conocía de ganado y asumió el control de los baños de garrapaticida, instalado en lo que hoy es la Asamblea Regional. En una casita situada en la vía hacia los Baños Termales, donde hoy está el Ministerio de Obras Públicas, se instalaron, luego de haber estado unos días en casa de Doña Carlota Power de Scott, en la Calle Real. Ranuárez el viejo sabía de gallos de pelea. Los criaba y preparaba y lograron fama de muy buenos. Hasta su muerte estuvo vinculado a la gente de los gallos de raza. Ninguno de sus hijos fue gallero.


  EL PERSONAJE DE LA SEMANA

  Hemos seleccionado en esta oportunidad a un hombre de singular personalidad para nuestro espacio estelar. "Elpersonaje de la Semana". Se trata de don Pedro Ranuárez nacido en la población de San José de Uñare. Y según sus propias palabras: "Yo clavé la bandera zaraceña en San Juan de los Morros". Porque don Pedro, nació en San José de Uñare pero se hizo todo un hombrecito en Zaraza. Por ello su grato recuerdo. A esta ciudad llegó el año 31. Para esa época San Juan era una bella aldea llena de mangales, jobos, ciruelos, naranjos y guamos. Don Pedro se casó con doña Ana Balza de Ranuárez. Procrearon 4 hijos de los cuales dos murieron. Uno a los 5 meses de haber nacido y el otro, cuando aportaba todo lo bueno que él sabía como médico, a la comunidad guariqueña, el doctor Israel Ranuárez Balza. Un profesional de la medicina a tiempo completo. No mercantilista. De ellos quedan vivos, Luz y Pedro Celestino. Don Pedro tiene su residencia en la Avenida Sucre, antes Calle Mariño. Casi diagonal con el Mercado Municipal. Allí compró un ranchito que él ha ido refaccionando con el tiempo. Todavía ese viejo ranchón conserva hermosos jardines producto de las atenciones solícitas de doña Ana. Lo peculiar de don Pedro, es el vestir. En muy raras ocasiones se le ve en mangas de camisa. Solamente en su casa de habitación. Generalmente llama la atención de todas aquellas personas que recuerdan la vieja tradición del país. Todo lo bueno de una época que jamás volverá. Así viste don Pedro. Con el clásico flux de dril o lino. Su corbata negra. Sus zapatos limpios e impecables. De un trato amable y distinguido. Jamás ha ofendido a alguien. Jamás ha maltratado a nadie. No guarda rencores en su pecho. Ni anida vanidades. Eso es don Pedro Ranuárez. Que Dios le repare muchos más de existencia al lado de su querida esposa e hijos y familiares. Diario La Razón al Día Mayo de 1975 



   EL COLEGIO ROSCIO

  Por decreto del 23 de agosto de 1938, el General Emilio Arévalo Cedeño, Presidente del Estado Guárico, crea el Colegio Juan Germán Roscio Arévalo, hombre de armas que pasó buena parte de su vida intentando derrocar al General Juan Vicente Gómez, invadiendo el territorio desde Colombia, fue en verdad un gobernante ejemplar. Demostró la sensatez necesaria para comprender la pluralidad y respetar la disidencia, demostró apego a las leyes y respeto a ultranza de los derechos humanos, y realizó una obra en el Guárico que espera todavía su justa valoración. El Colegio Roscio inició sus actividades en la vieja casa donde funcionó luego la Unidad Sanitaria y hoy un centro docente de enfermería,en la Avenida Bolívar. Dos años estudió Israel en el Roscio. Allí fueron los egresados el año anterior de la Escuela Aranda y otros que vinieron de diferentes partes del Guárico como Euclides Alvarez, también zaraceño, Manuel Medrano de Villa de Cura y Pedro Díaz Seijas de Valle de la Pascua y Pedro M. Layatorres. Recibieron clases de Ramón Parejo Gómez, merideño nombrado primer Director, de Pedro Natalio Arévalo, del Párroco de San Juan Presbítero García de Corpa y del profesor José I. Pineda, entre otros. Muy gratos recuerdos guardó siempre nuestro padre de aquel plantel de segunda enseñanza, que a más de sesenta años de fundado, sigue siendo centro de saber que brilla con luz propia y de cuyas aulas han egresado centenares de mujeres y de hombres destacados en diferentes ramas del conocimiento. Del Colegio Roscio, Ranuárez fue a Maracay a culminar el bachillerato, entonces de cuatro años. En el Colegio Federal de la capital aragüeña compartió aula con Federico Brito Figueroa, fallecido recientemente en ejercicio de la Rectoría de la Universidad que Israel contribuyó a crear, con Domingo Maza Zavala, destacada figura de la economía venezolana y con Antonio Barragán Burgos, maestro de generaciones, cuyos restos guardamos hace un año, en triste despedida de familiares, amigos y alumnos. Hoy, las pruebas del bachillerato, son "Objetivas". Una V o una F, casi como al azar. Se ordena completar o parear, en una elementalidad que al Doctor Ranuárez lo hubiera hecho reír. En recibos firmados por los residentes del jurado calificador -y sellados-, E. Rubín Zamora, educador, abogado y escritor vallepascuense y Simón Alvarez, zaraceño, dan cuenta de las pruebas de latín y de Geografía e Historia de Venezuela presentados el 4 y el 6 de Julio respectivamente, del año treinta y nueve en el Colegio Roscio.

    

  VOY A SER MÉDICO

Israel Ranuárez Balza tenía trazada una meta: Ser médico. Nada ni nadie iba a impedírselo. Se fue a Mérida, donde cursó dos años de carrera. En una de esas cartas que enviaba a sus padres, daba cuenta detallada de cada céntimo que le habían enviado. Vivió en residencia y estudiaba con los libros de Euclides, ese otro zaraceño que ha destacado en la medicina venezolana. Alvarez era sobrino de Monseñor Arturo Celestino Alvarez, Obispo en Maracaibo y Calabozo. Monseñor Alvarez era el padrino de Rubén Balza Rodríguez, magnífico tío que contribuyó no sólo a la formación de Israel como un verdadero padre, sino a su sostenimiento económico durante sus estudios. De Mérida, Ranuárez se va a Caracas. Lo espera la vieja Universidad de la Esquina de San Francisco, donde cumple su sueño como integrante de la Promoción "Dr. Pepe Izquierdo", quien fue su maestro de Anatomía. Hizo pasantía en el Hospital Vargas. Contaba la abuela Ana, que en varias ocasiones cuando la situación económica era difícil, el abuelo Pedro le aconsejaba dejar los estudios, trabajar y luego continuar, sin tantas limitaciones. Siempre respondía lo mismo: voy a ser médico, hay que salvar vidas, sólo la muerte me lo va a impedir. Lo decía y lo repetía una y otra vez, y a la palabra seguía la acción. Se sobrepuso a toda adversidad, superó obstáculos de toda índole y ese empeño creador, lo llevó a coronar su aspiración máxima. En la Universidad, se empapó de los conocimientos en Cirugía del Doctor Luis Razetti. Razetti para Ranuárez fue no sólo un maestro a través de la obra escrita que dejó, sino un guía espiritual que contribuyó a moldear el espíritu del joven zaraceño hacia la grandeza humana, en medio de una humildad franciscana, con un coraje a toda prueba y un entusiasmo creador en el ejercicio de la medicina, concebido el acto médico como un acto humano y social, pero con presencia de Dios. La interpretación del síntoma sería la base para un diagnóstico patogénico acertado y esto conllevaría a la aplicación de un tratamiento racional. Ranuárez siguió la enseñanza Razettiana durante un cuarto de siglo que ejerció la medicina no sólo como apostolado, sino aplicando la clínica y el laboratorio, que al decir de Razetti, harían de la medicina una ciencia perfecta. Hoy, la ciencia médica cuenta con una tecnología que permite un conocimiento más preciso de deficiencias, lesiones o alteraciones en los órganos. La imagenología permite ver el cuerpo humano interiormente, hasta en tercera dimensión y la computación, obtener informe sobre esa visión detallada, de manera inmediata y confiable. Pese a esto, la Clínica, no muere ni morirá. Ranuárez como Torrealba, Pineda o Pieretti, contemporáneos suyos en el ejercicio profesional, daba primordial importancia al antecedente personal y familiar del paciente. Oír sobre los síntomas, preguntar sobre antecedentes.  



 LA CASA DE JUAN HERRERA

  El año treinta y cuatro, el abuelo Pedro adquirió por compra al señor Juan Herrera, una casa en la subida del mercado, de lado acá del río y muy cerca del puente La Mulera. Costó dos mil bolívares a crédito. Allí vivieron hasta mediados de los cuarenta, cuando se fueron a Caracas, en razón de los estudios de Israel. La casa durante ese tiempo, estuvo alquilada al sabio José Francisco Torrealba, quien luego adquirió la vivienda donde residió hasta su muerte y donde hoy reside y tiene consultorio uno de sus hijos, el médico de grandes aciertos diagnósticos Rafael Torrealba Tovar. En la escuela ARANDA, cursaron estudios Israel y Pedro Celestino. Sólo varones estudiaban en esa escuela. La tía Luz, cursó estudios en la escuela Federal de Niñas Número 11. Compañeros de Israel fueron en la primaria: Juan Luis Juancho Heredia, Ramón de Jesús Heredia, Julio César Infante, quien también fue médico y falleció en accidente, Enrique Olivo Barreto, cronista de la Ciudad de los Morros hasta su muerte, a finales del año dos mil uno, Juez Superior y escritor; Leoncio Corro, maestro de generaciones, todavía por esos caminos de Dios, Juan Clemente Pozzo, quien fue beisbolista y enfermero de la Penitenciaría, donde Israel fue médico un cuarto de siglo, Mariano Mijares, Genaro Vásquez chicharrita, dirigente sindical de URD, Reinerio Jiménez y Femando Alvarado Guzmán, entre otros. Israel recordaba con frecuencia, aquellos días de escuela. La sobriedad y autenticidad del Director Antonio Miguel Martínez, maestro de maestros, fallecido años más tarde en Caracas, en la mayor pobreza. Recordaba Israel, los días de paseos a pie hacia El Morro, El Chino, las Dos Bocas, Paso del Medio, El Chupón y cuanto sitio bueno tuvo el río Guárico para bañarse cuando sus aguas eran claras, transparentes y potables. El año treinta y siete, el Capitán Carlos Rubio Santos, venido con Arévalo Cedeño de Colombia, funda el movimiento Scout en San Juan de los Morros. El Presidente de la República General Eleazar López Contreras era scout y promovió la fundación de la organización en toda Venezuela. Israel vistió su uniforme, aprendió su canción, llevó la flor de lis en sus insignias y cuando se incorporó a esas filas, ya era en verdad un scout, siempre listo para servir, como lo hizo toda su vida. El Profesor Martínez, promovió un viaje a Colombia, a la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador, como premio a los mejores alumnos de las capitales de los Distritos del Guárico. Israel fue seleccionado por la Escuela Aranda. Un autobús de veinte puestos los llevó al vecino país. Martínez telegrafiaba desde todos los pueblos, dando cuenta al Presidente del Guárico, General Arévalo Cedeño, de los pormenores del viaje. Fue para Ranuárez una experiencia inolvidable. Cuando lo contaba, parecía que volvía a vivir los momentos hermosos atravesando los Páramos Andinos o en la casa donde Bolívar entregó su último aliento perdonando a sus enemigos y llamando a la unión. El Capitán Rubio, fue el Coordinador y Jefe de Logística del viaje, sobre el cual Antonio Miguel Martínez escribió un hermoso libro.

    

  LOS TRES HIJOS DE DON PEDRO Y DE DOÑA ANA RANUÁREZ:

De menor a mayor, de izquierda a derecha: Pedro Celestino Tino entre familiares, Luz Esther e Israel en una gráfica tomada hace cincuenta años en Palo Seco, cerca de El Sombrero. Así de juntos, se mantuvieron los tres hasta la partida de Israel. Hoy, los otros dos viven con el pensamiento puesto en los achaques del otro. Como aprendieron de sus padres y de sus tíos y como lo han enseñado a los suyos. 


SAN JUANOTE:

 La gigantesca estatua de Juan el Bautista fue levantada según la maqueta de Alejandro Colina. El agua caería desde veintinueve metros y se reciclaría. Hubo problemas con las bombas que debían ser traídas de Italia, lo cual afectaría el presupuesto aprobado por el General Gómez y la fecha de entrega e inauguración de la obra. La modificación del coloso provocó la ira del escultor Colina, se peleó con el Ingeniero Bianchi quien continuó solo con la obra. Así estaba la estatua a comienzos del año treinta y cuatro, cuando Israel pasaba cada mañana con su hermano Pedro Celestino hacia la Escuela Aranda, donde les esperaba implacable con los "malvestidos", el maestro Antonio Miguel Martínez, a quien la vida dio el sufrimiento de perder el habla que tan clara y perfecta fue, al serle cortada la lengua por un cáncer que finalmente lo llevó a la tumba.  



   DOS HERMANOS Y UNA PACIENTE

   LA TÍA LUZ

 Luz Esther, hermana de Ranuárez, nacida el año 24, vive sola en la vieja casita de la subida del mercado. Se aferra al recuerdo de un ayer de esfuerzos y sacrificios. Está enferma y ciega. Dice que vivirá "hasta que Dios quiera" en esa resignación cristiana aprendida de su madre, la abuela Ana. A pesar de mil achaques, la tía Luz, poetisa inédita, secretaria taquimecanógrafa que trabajó en el Instituto Venezolano de los Ciegos en Caracas, donde conoció a Héctor Pérez Colmenares, en el Banco de Venezuela y en la agencia General Motors de San Juan de los Morros, Luz ve todavía, con los ojos del alma y hacia atrás, años atrás. Camino a los ochenta, no quiere ser una carga para nadie y prefiere andar de tanteos por aquella casa donde en cada rincón anida un recuerdo. Tía, háblame de Israel... "Hijo, por Dios... ¿qué quieres que te diga de tu padre que tú no sepas?. Israel tuvo una niñez sana, de campo y estudió con obsesión, hasta lograr su meta. No tuvo comparación ni como hermano ni como hijo, ni como padre, ni como amigo. Tu padre hijo, tuvo entre sus virtudes la humildad y no hablar mal jamás de nadie y no sólo era que él no hablaba mal de nadie sino que no permitía que en su presencia se hablara mal de nadie... Siendo estudiante de Medicina en Caracas, logró un trabajo para ayudarse en los gastos de la carrera, en el Ancianato "Antonio María Claret". Hablaba de aquellos viejecitos con la emoción en las palabras... Después de graduado, mi mamá le decía: Israel, cobra tu consulta. Israel le respondía: "Mamá, si no le cobro a los ricos, cómo le voy a cobrar a los pobres. La medicina es para hacer el bien, no para llenarse los bolsillos". Los ojos sin vista se humedecen. La tía Luz sale al patio, respira hondo y dirige sus manos hacia la mata de mango seca pero en pie, como la mismísima tía Luz y dice: Esa mata la sembró Israel, entre tantas cosas que sembró... La emoción nos embarga. La mata de mango de Israel que luego fue mía y más tarde de mis hijos, sobrevivió a su sembrador largos veintiocho años.    



  EL TÍO TINO

 El tío Tino Pedro Celestino en el Registro Civil, nació el año 26. Estudió en la Aranda, en el Colegio Roscio y en la Escuela Técnica Industrial. Egresó primero que Israel, por ser más cortos los estudios. Su título es de PERITO MECÁNICO INDUSTRIAL. Trabajó para las petroleras en Zulia y Falcón. También en Catia la Mar. Un hombre de recio carácter y voluntad de hierro. Ayudó a Israel el último año de la carrera. Hasta un auto Ford del cuarenta y uno le regaló, aún cuando él no tenía vehículo. El Tío Tino vive en Barquisimeto con su esposa Beatriz, monumento a la bondad, y con sus hijos Herby Franklin, entregado al OPUS DEI, Licenciado en Educación, mención Matemáticas, Arturo, trabaja la construcción, estudió Odontología, David, médico Veterinario dedicado también a la construcción y a atender animales pobres. Estrella Beatriz, es abogado y trabaja en el SENIAT. A los setenta y seis años, el Tío Tino va y viene de Barquisimeto a San Juan, con sus múltiples fracturas en un brazo, operado de cáncer de próstata. Tío, algo de Israel, un folletico de la Universidad sobre su vida... "Un hombre ejemplar, muy humano, unido a toda su familia y lo más importante, no fue un mercantilista de la medicina, un hombre sencillo, sin prejuicios y sin delirios de grandeza, como todo buen llanero. Jamás se apegó al dinero, compraba sus carros y ayudaba a todo aquel que lo necesitaba. Su primer carro se lo regalé, luego al graduarse, compró un Chevrolet del cuarenta y ocho, con ese atropelló a una viejita que se lanzó a la vía, en el Prado de María, cerca de donde vivíamos y se hizo cargo de ella día y noche, hasta su total restablecimiento. Si Israel se hubiera metido a comerciante, su fracaso hubiera sido total y pronto, porque jamás hizo un buen negocio. Confiaba demasiado en los demás. Como médico, bueno, todavía se le recuerda por sus aciertos y por su bondad".    DOÑA MARÍA LUISA Doña María Luisa de Ramírez es una honorable dama que acaba de cumplir ochenta y siete años. Nació en San Juan de los Morros, estuvo casada con Don Ernesto Ramírez, a quien llamaban EL MÉDICO, Doña María Luisa y Don Ernesto tuvieron cuatro hijos. Dos de ellos, Tarcisio y Jesús estuvieron comprometidos en la guerrilla de los años sesenta. Jesús, "El Comandante Tobita", estuvo preso en la Isla del Burro, en el gobierno de Betancourt. Hoy es profesor de la Universidad Bicentenaria en Maracay. Tarcisio, llamado familiarmente PANCHO, se graduó de médico luego de la pacificación. Los presos políticos que el gobierno recluyó en la Isla del Burro recibían asistencia médica de la Penitenciaría General de Venezuela. Allá iba Ranuárez dos veces por semana a pasar consulta y en una huelga de hambre que aquellos hicieron, les prescribía jarabes para la tos a objeto de que el azúcar les ayudara a soportar la falta de alimentos. Doña María Luisa vino a San Juan de los Morros, hace unos días. Le celebraron de sorpresa, su cumpleaños. Bajo un frondoso mango, en el sector Los Bagres, camino a El Castrero, la encontramos. Doña María, ¿recuerda al doctor Ranuárez? Hijo por Dios, como olvidar a un hombre de las condiciones del Doctor Ranuárez, fue único, ejemplar, fue mi médico y de mi esposo y de mis cuatro hijos. Una maravilla de persona que, a quien lo haya conocido y recibido de él las atenciones que yo recibí, sólo se le olvida con la muerte".   




   LA MADRE

 Muchos buenos hijos hay en el mundo. Son por fortuna, la mayoría. Vimos de muy cerca el amor de hijo, más allá de las palabras. Israel Ranuárez Balza perteneció a esa mayoría que siente y expresa, cuida y protege, venera y respeta a la autora de sus días. Era en verdad, igual que sus hermanos Tino y Luz. Luego de vivir alquilado en una casita al lado de la carpintería del maestro Arquímedes Araujo, en la calle Los Puentes y renunciar a un apartamento del Banco Obrero en la Urbanización La Tropical porque alguien dijo con sorna que "El Doctor Ranuárez no es obrero", Ranuárez solicitó en arrendamiento un cerro en el cruce de la calle "Los Puentes y la Mariño", frente a la casa del sabio Torrealba. Nadie había intentado construir en ese cerro, porque había una inmensa roca en el centro. "Aquí construiré mi casa, cerca de mi mamá”. Y pasó largos años construyéndola. Un isleño a quien sólo conocimos como Manolo, la hizo prácticamente solo. El señor Luis Calderón prestó veinticinco mil bolívares al joven médico quien pagó intereses al uno por ciento durante diez años. La abuela llamaba por teléfono y papá iba y atendía sus quejas. Ella era de carácter fuerte y tenía muchos años separada de cuerpo con el abuelo Pedro, aunque vivían bajo el mismo techo. Esa situación la vivimos todos pero quien tuvo que timonearle fue Israel. Con su primera quincena de sueldo en la Penitenciaría, compró a su madre un juego de comedor hecho por los presos. Todavía lo tenemos en la casita de la subida del mercado. Luego, le compró un tocadiscos porque a ella le gustaba mucho la música. Cuando el tío Tino vivía en Ciudad Bolívar o en Judibana, la abuela gustaba ir y pasar unos días. Israel no tenía tiempo para llevarla y buscaba un chofer de confianza, le daba su auto, mil recomendaciones y la complacía. La salud de su madre y su bienestar en general, fueron preocupación permanente de este hombre cuyo recuerdo guardamos como un tesoro. Fue simplemente, lo que todo hijo debe ser. Como todo hijo debe ser. Hasta el día de la fatal caída con fractura de fémur y de la cual no logró recuperarse nunca, la abuela Ana iba al cementerio, limpiaba la tumba del hijo y colocaba flores. Mamá, no vayas al cementerio, es peligroso... "Déjenme quieta respondía con fuerza allá ustedes con esa manera de ser indolentes, yo perdí a mi hijo y sólo yo sé cuanto duele su ausencia. Es mi único consuelo...". Y se iba, con su trapito para pulir y sus flores que le guardaba el bueno de Ricardo Nadal, español espléndido que fundó la Frutería LA TROPICAL en la Bolívar, al lado de la Farmacia MIRANDA y luego vendía flores en la Calle Roscio. Los ríos de sus venas parecían reventar y el rostro se le tornaba duro, en una dureza que a poco pasaba y volvía a ser la abuela que por mí daba la vida. Decía que yo era doble hijo. Me crió desde los seis meses de nacido.    



   LOS HIJOS 

 Seis hijos quedamos huérfanos, aquel diez de diciembre del año setenta y cuatro. Ana Teresa, Luz Elena, Pedro José y el autor de estas páginas, recogimos la bandera de paz, amor y trabajo que dejó a su muerte. Los gemelos Israel José y José Israel, tenían apenas año y medio y no podían darse cuenta del tamaño de aquella pérdida. Ni de lo irremediable. Ana, Luz y los gemelos, son hijos de Teresa Zapata, la bella hija del Valle de los Morros con quien contrajo matrimonio. Hoy, Teresa está casada con José Indalecio Vargas, quien fue amigo de Israel. Pedro José, es hijo de otra magnífica mujer, enfermera que trabajaba en el Hospital de El Sombrero, a quien conoció recién graduado, cuando prestó servicios en ese centro asistencial. Yo, nací de los amores furtivos del estudiante de Medicina, con la joven andina María Edilia Angarita, noble y luchadora, quien se quedó en Caracas para siempre, luchando para levantar otros seis hijos. Israel fue un padre como pocos. A la luz de la rigidez de sus padres, su actuación sin duda alguna fue calificada de extremadamente liberal. Era permisivo hasta el extremo. Nos dejó escoger caminos en la vida. Se limitaba a enseñarlos. Lo bueno y lo malo los representaba con sus manos. La izquierda y la derecha. "Aquí tienes esto y aquí esto decía lo bueno no siempre es fácil, hay que ganárselo, lo malo, puede no costar nada, pero hay que evitarlo. Tú escoges. Tienes cuatro dedos de frente". Nunca un maltrato físiconi psicológico. Siempre un consejo, una palabra y una ayuda pero respetando las decisiones propias. Tenía Ranuárez, bien cultivada la virtud de respetar las opiniones ajenas pero siempre tuvo tiempo y paciencia, para argumentar lo necesario, cuando esa opinión era equivocada. En aquellos años sesenta, cuando andábamos tratando de derrocar a Betancourt, una y otra vez dio muestras de respeto por la idea que nos animaba, pero aconsejaba luchar respetando las ideas del contrario, su integridad física y sus bienes. Puedo repetir lo que en escritos de prensa o en palabras pronunciadas en homenajes que se han rendido: fue el mejor amigo.  El 18 de Noviembre del cincuenta, en la celebración de los tres años del autor de estas páginas. Debajo del entonces frondoso mango de la casita de la Calle Mariño número 10 hoy Avenida Sucre número 14, aparecemos de izquierda a derecha: la abuela Ana, la tía Beatriz con Herby en brazos, el tío Tino, la tía Luz, el abuelo Pedro y Ranuárez, con su liquiliqui impecable, como su entusiasmo creador. Si el abuelo nos inculcó principios de familiaridad, Israel nos dio el ejemplo de amor por la familia. Pocos meses antes de su viaje sin retomo, Israel pidió que le tomaran una foto con los morochos, en el patio de la casa de la Calle Farriar de la Urbanización Antonio Miguel Martínez, adquirida con crédito hipotecario de Guárico Apure E.A.P. Teresa sostiene que Ranuárez sonríe. Fueron su última alegría. Los gemelos José Israel e Israel José, fueron al decir de su padre, "El último regalo de Dios". Resquebrajada su salud, el hombre que venció dificultades y resolvió problemas propios y ajenos, sintió la honda alegría de abrazar a aque besarlos como si se despidiera de ellos cada vez y para siempre. El 25 de mayo del mismo año de su muerte, los bautizó. El eminente pediatra Enrique Pérez Guanipa y su esposa, Emilia, hija de Teobaldo Mieres, fueron los padrinos de Israel José. El Comandante de Caballería Julio Fernández Falcón y Carmen Elena Zapata de Zerpa, lo fueron de José Israel. Hoy, rondando los treinta años, esos hermanos a quienes amamos como hijos, escuchan con atención cuanto relato les hacemos sobre el padre que se fue temprano, pero que dejó luminosa estela en su paso por la vida, suficiente para seguir la senda del bien. 




   UNIVERSIDAD PARA SAN JUAN 

 La Universidad que hoy forma profesionales en Agronomía, Medicina, Odontología, Veterinaria, Economía, Contaduría Pública, Educación e Informática, fue el resultado de años de intensa lucha, motorizada por un Comité ProUniversidad coordinado por el Licenciado Adolfo Rodríguez Rodríguez, incansable promotor de la cultura y la educación en el Guárico durante más de cuarenta años. Una larga y bella historia tiene ese Centro de Educación Superior y destaca en ella, la participación de todos los sectores de la vida local y regional. En el periódico "SAN JUAN UNIVERSITARIO", órgano de ese comité (número 3, septiembre del 74), Rodríguez Rodríguez editorializa así:  "El pueblo es una abstracción. Pero hay un pueblo cuando hay auténtica lucha por un mundo más humano. Y no hay pueblo cuando sólo privan los intereses materiales. Yo no sé que habría sucedido de decretarse la universidad sin que nadie la reclamara.  Se habría instalado en cualquier parte de la ciudad como una entidad intrusa, extraña, entonces no respondería a la demanda de los ciudadanos, los estudiantes, los campesinos y obreros, los profesionales, sino que estaría al servicio de un grupo poderoso que la inventó para manejarla..." En ese empeño creador, estuvo presente con el entusiasmo que imprimió Ranuárez a cada acto de su vida. Formó parte de ese Comité. Entregó al candidato Carlos Andrés Pérez, el documento mediante el cual las fuerzas vidas solicitaban hospital moderno y Universidad. Electo Concejal del Municipio Juan Germán Roscio como independiente postulado por el partido Acción Democrática, asu mió la Presidencia del Ayuntamiento y desde esa posición, prestó su concurso para reclamar el cumplimiento de la promesa electoral. Ranuárez soñaba con la Universidad. Sostenía que sólo ella podía sacarnos de la intriga, del chisme y de la murmuración, propios de una aldea. Creía, en la Universidad como medio para superar la mediocridad, para mejorar la economía, impulsar el desarrollo. Murió sin ver cristalizado el sueño. Una tarde de agosto del setenta y cuatro, comentaba un artículo del poeta, escritor y académico condiscípulo suyo, Profesor Pedro Díaz Seijas, publicado en EL UNIVERSAL. "Tiene razón Pedro dijo el nombre de la Universidad debe ser el de José Francisco Torrealba y ojalá lleguen a crear una escuela de Medicina, para que en lugar de salir de aquí a estudiar la carrera, vengan de otras partes". A veintiocho años de cerrados los ojos del zaraceño ejemplar, se hacen los preparativos para el egreso de la Segunda Promoción de Médicos de nuestra Universidad, en un invalorable aporte para la salud de los guariqueños, una de las grandes preocupaciones de Israel. Con su humildad campesina, el Doctor Ranuárez hace entrega al candidato Presidencial Carlos Andrés Pérez, del documento en el cual le pide, de salir electo, Hospital para la salud y Universidad para la Educación. La Universidad fue prometida y casi cinco años costó la espera y el reclamo para lograr su materialización. Ranuárez resultó electo concejal y presidió el Concejo Municipal. Su presencia en el reclamo de la promesa,  fue permanente.    




   PROPONEN EL NOMBRE DEL DR. ISRAEL RANUÁREZ PARA EL NUEVO HOSPITAL DE SAN JUAN 

 (Por Alí Almeida) Un buen grupo representativo de San Juan de los Morros está proponiendo el nombre del Dr. Israel Ranuárez Balza, para el nuevo Hospital de esta ciudad, cuya inauguración y funcionamiento se prevé para el presente año. La noticia ha llegado al periodista tras una comunicación telefónica de Teobaldo Mieres quien ha sido el promotor de esta buena idea la cual ha encontrado desde el primer momento un caluroso respaldo popular, por cuanto la misma está encausada a rendir un justo homenaje postumo a quien fuera destacado profesional de la medicina, de extraordinaria trayectoria en nuestro medio y persona que se distinguió por su gran calidad humana. El Dr. Ranuárez Balza, nacido en Zaraza en 1922, obtuvo Título como Médico Cirujano en la UCV en 1949. Su pasantía la hizo en el vecino caserío de "Cantagallo" y pasó luego a ejercer en el Hospital Guárico por muchos años. Allí rindió una labor insuperable admirada por sus colegas y mirada de cerca por el pueblo sanjuanero. Aparte, fue médico del IPASME, y de la Cárcel Pública. En sus últimos años fue Jefe Anestesiólogo en el Hospital Guárico y para los habitantes de la ciudad siempre era el clásico "médico de la familia", pues su trabajo fue en todo momento a tiempo completo para atender desinteresadamente a gente de todos los estratos sociales. Los pobres jamás lo han olvidado. El anhelo de que el nuevo Hospital de San Juan se llame "Dr. Israel Ranuárez" cuenta inicialmente con el apoyo de un grupo de periodistas, así como de varios médicos guariqueños. Una línea de Taxis, la Liga Conservacionista del Distrito Roscio también se han sumado a la idea. Muchos Sindicatos locales y Organizaciones Juveniles se han sumado a la idea y promoverán en este mes acciones de solidaridad. La "Peña Teobaldo Mieres" en pleno hará campaña y se espera que FUNDACULLA sume su esfuerzo espiritual. Todas las personas se informó que deseen sumarse a la idea pueden participarlo escribiendo a "El Nacionalista", o bien difundiendo a viva voz, el interés que se ofrezca a esta loable iniciativa. Las primeras personas que se han incorporado a esta campaña son: Evandro Matute hijo, Manuel Fermín Abreu, Jesús Bandres, Julio Villegas, Sra. Carmen Utrera, Ramón Farías, Luciano Díaz. A., Porfirio Torres, Mercedes Vegas, Don Ramón García, Carmen Sofía Utrera, Porfirio Meló, José Ramón Sojo, Guillermo Ortega Lara, Aquiles Flores, Dr. José R. Marchena y oportunamente se publicarán nuevos nombres.



   UN HOSPITAL CON SU NOMBRE 

 Jamás imaginó Ranuárez que el moderno hospital que se construiría en la capital guariqueña llevaría su nombre. Era reacio a los homenajes. Teobaldo Mieres, ese personaje de leyenda, fue el primero en proponer ese nombre para el nuevo hospital. Le siguieron Porfirio Meló, el conservacionista defensor del Cerro Platillón, Alí Almeida, a través de espacios periodísticos, el doctor Edmundo Salomón, en su condición de Concejal y el dirigente Socialcristiano Alejandro Tovar Bosch, productor agropecuario, también concejal. Otros nombres se sumaron a la campaña: el profesor Bartolomé Marín, quien asumió la Presidencia Municipal a la muerte de Israel; el maestro Araujo, carpintero y ebanista, ensalmador y filósofo; Bernardo Gómez, ebanista, armero y compañero de cursillo de cristiandad del epónimo. La Cámara Municipal dictó un acuerdo sobre el particular. Lo envió al Ministerio de Sanidad y ese despacho dio el nombre que hoy lleva el hospital que reclama y que bien ganado tiene, su elevación de categoría y la materialización del convenio entre la Universidad "Rómulo Gallegos” y el Ministerio de Sanidad, firmado por el Rector Giovanni Nani y por el Doctor Pedro Rincón Gutiérrez el 28 de noviembre del noventa y seis, mediante el cual se declara a ese centro asistencial HOSPITAL UNIVERSITARIO. El hospital celebró recientemente sus dieciséis años. Allá fuimos invitados para hablar sobre el llanero completo, autor de nuestros días. Hay mística en su personal. Al menos en eso, está presente el espíritu del epónimo. El hospital fue construido en un terreno donado por la Gobernación que fue parte de la llamada finca "SANTA ISABEL", adquirida por el gobierno del Estado durante la gestión del Doctor Daniel Corado Belisario, el año sesenta y siete. La casa de la finca es hoy la Casa del Periodista, por donación que hizo el gobernador José Ignacio González Aragort, en el primer gobierno de Caldera. SANTA ISABEL fue propiedad de Pedro Juan Corrales, hombre de confianza del General Gómez y empleado suyo. La adquirió Don Fabián Zerpa y se extendía hasta lo que hoy es la Urbanización Santa Isabel, atravesando la carretera de las gandolas. La parte del Hospital, del Mercado Múltiple y de la empresa CADAFE, era el potrero. Cuantas veces Ranuárez visitaba al viejo Zerpa, le decía:  Don Fabián, véndame ese pedazo del potrero, del cañito hacia acá, para hacer allí mi casa, en medio de esos samanes. Don Fabián le decía:  Nada de vender, se lo voy a regalar. Construya allí su casa y tenga sus animales, será un placer, un honor y una ventaja tener a mi médico enfrente. Treinta años después, debajo de esos samanes, en medio de aquel potrero, con el frente hacia la calle Santa Isabel que fue manga de coleo donde Israel se fracturó una clavícula al caer del caballo, allí fue levantado el centro de salud a cuya entrada, en letras de metal, está su nombre. No llegó a vivir su cuerpo en ese lugar, pero quiso la vida que allí perdure su recuerdo.     



 DEMOCRACIA Y DICTADURA

  Nuestro personaje conoció de niño, al General Gómez. Una vez el Benemérito llegó a la casita donde ellos vivían en la vía hacia los Baños Termales, muy cerca de la quinta del General López Contreras, Ministro de Guerra y Marina. Un hijo del Presidente se enamoró de un gatico. Israel y Pedro Celestino se lo regalaron y Gómez les dio dos bolívares y un apretón de manos. El 18 de octubre cuando derrocaron a Medina Angarita, nuestro personaje estaba cursando el segundo año de medicina en Mérida. Muchas veces le oímos hablar de la grandeza humana del General Medina. Durante el gobierno de Pérez Jiménez, desempeñó la Presidencia de la Asamblea Legislativa y del Concejo Municipal del Distrito Roscio. Anadie atropelló ni se enriqueció con los dineros del pueblo. No militó en partidos políticos y aceptó la postulación por Acción Democrática, ejerciendo la Presidencia del Concejo Municipal hasta su muerte con un concepto bolivariano de la administración de los fondos públicos. Nuestro padre atendió a Alberto Carnevali, al padre Biaggi y a Pérez Jiménez en la Penitenciaría, perdonó la infamia de algunos adecos que dijeron que a Carnevali lo habían matado, cuando el dirigente del partido blanco ingresó a ese centro carcelario con un cáncer dé estómago en avanzado estado. La participación de Israel en cargos públicos diferentes a los de médico, fue breve, circunstancial y caracterizada por un gran respeto a la opinión ajena y a los derechos humanos. Vivió sin arrepentimientos, perdonó a los fanáticos, toleró a los necios, levantó a su familia con el fruto de su trabajo, ejercido con humildad, responsabilidad y gran profesionalismo. La democracia para él, fue más que un sistema de gobierno. Era una manera de ser y de vivir. La aplicó siempre en su vida. Fue enemigo del patriarcado y del caudillismo. Creyó en la participación y nuestra casa fue el primer escenario para permitirla, propiciarlo, proponerla y ejercerla. Por eso y por mucho más, la vida de este hombre constituye un ejemplo para las generaciones presentes y futuras Hoy, cuando el país se debate entre marchas y contramarchis 2ntre razones y sinrazones; divididas las opiniones hasta poner en peligro la unidad de la familia y de los ciudadanos, esa vida signada por la tolerancia, la acción social sin límite y la honestidad a toda prueba, cobra vigencia su enseñanza, su prédica con la palabra y con el ejemplo.

  Ranuárez era Presidente del Concejo Municipal. Estaba enfermo, en cama, pero se fue y participó hasta la culminación, Casi un cuarto de siglo trabajó el médico de los pobres en la Penitenciaría General de Venezuela, como adjunto al Servicio Médico, del cual fue Director su amigo y compadre Doctor Rafael Vicente Pieretti. Entraba y salía a cualquier hora, atento al estado de sus pacientes. Jamás tuvo problemas con autoridades, ni con empleados ni menos aún con reclusos. Amaba su trabajo. Era enemigo jurado del maltrato a los hombres que pagaban condena. En la entrada de la Penitenciaría, le fue tomada esta gráfica, tela ciclón al fondo, un día de fiesta de Las Mercedes, Patrona de los presos. Tenía treinta y cinco años. Un año más tarde, apareció la diabetes.   



MANANTIAL INAGOTABLE 

 Ese hombre aprendió de sus padres y tíos, de los libros y de la vida. Era un inagotable manantial de conocimientos. Un llanero con firmes convicciones nacidas de la serena reflexión. Pensaba, hablaba y actuaba. Todo tiempo y lugar fueron buenos, para la búsqueda de explicaciones, desde los días de niño campesino en la LAGUNA VIEJA de Don Perucho Carrizales, hasta la hora vespertina después de la jornada diaria de consulta, regando sus matas, rosas rojas y un mango de jardín.       Cuanto sentía, lo decía. Lo expresaba también sin decirlo con palabras. Cuando debía callar, callaba y cuando consideraba que debía irse, se iba. Caballero siempre, sin desaires porque su mal fue la diabetes, no el desdén.    
  Ese hombre enseñó con máximas, con sentencias, con refra¬nes, con parábolas, con explicaciones, con argumentos, con razo¬nes y con fundamentos. Creyó en los llamados principios y se apegó a ellos, respetando la decisión de quienes se alejaban de parámetros, de referencias o de ejemplos.La vida al lado de ese ser, fue sencillamente una oportuni¬dad providencial. Era, de niños, no sentir miedo si él estaba, aun¬que la luz se fuera. Era, de adolescentes, saber que la policía polí¬tica nos buscaba y ni regaños ni reprimendas. Era, de jóvenes, saber que en casa había un joven un tanto mayor que nosotros, pero capaz de sonreír ante el relato de aventuras y desventuras.                                                                                                                                             Era, en fin, saber que lo tenías, en toda su monumentalidad, en ese metro sesenta centímetros de carne y hueso, a tu lado aún en la distancia, como si se desdoblara, para estar a un tiempo en el lugar donde el deber lo llamara y donde la necesidad lo obligara.                          Israel aprendió a descifrar a las nubes y a interpretar el canto de los pájaros. Israel anunció siempre con acierto al primer aguacero y enseñó a quienes quisimos aprender esa lección, a desechar los huecos de la carretera y de la vida y nos enseñó también, a viajar por el mundo meciéndonos en un chinchorro, a descifrar los mensajes de las estrellas y en fin, a vivir, a vivir intensamente, más allá de los dolores que no dejan ver las verdes praderas y las límpidas aguas que esperan, más allá del dolor.  



CURSILLOS DE CRISTIANDAD  

  A mediados de los sesenta, llegaron a Venezuela los "CURSILLOS DE CRISTIANDAD". Unos curas españoles muy bravos encerraban tres días a los hombres que por curiosidad o convencidos por familiares accedían a participar en ellos. En el viejo Cuartel Urdaneta, hoy Brigada Blindada, en la subida de LA MULERA, iban a buscar fórmulas para ser mejores. Para ser auténticos cristianos. Ranuárez entró un viernes con otros cincuenta hombres del pueblo de los Morros. El ganadero Nicolás Santana tomó su maleta a medianoche y saltó la cerca. "Dejó el pelero", dijo Ranuárez sobre esa fuga. El domingo por la tarde, esposas, madres e hijos esperaban a las puertas del cuartel. Israel salió ni más diablo ni más santo. El mismo, sencillamente, el mismo mortal para quien lo malo era malo, más allá de valoraciones fundamentadas sobre el concepto de pecado, "muy bueno  dijo al salir, muy bueno para compartir y conocerse mejor". Y siguió siendo el mismo. El llanero de colcha y cobija que si había, había y si no, bueno. Allí fueron el Doctor Velásquez, el Capitán Parisca, Luis Brito, Asdrúbal Rincones, El Macho Peralta, Bernardo Gómez, Carlos Hernández, José Joaquín Sarmiento, Pedro Figueroa, Pedro Vicuña, Ike, Milano, Marcano, el Isleño Francisco Hernández, quien años más tarde se casaría con Juanita Pineda, hermana de Israel. Ese hombre no necesitaba cursos ni cursillos para vivir bien, para hacer el bien. 



  EL PUENTE COLGANTE

 Cruzar el Río Guárico en el paso de El Sombrero, cuando estaba el puente colgante, era una alegría inmensa, como de niño campesino maravillado con algo nunca visto por sus ojos. Israel fue a El Sombrero como médico de obreros del MOP en Vallecito y del Hospital "Francisco Antonio Risquez". Cuando se vino a San Juan de los Morros, mantuvo contacto frecuente con los amigos de ese pueblo. En sus largas conversaciones con Rubén Mota Gámez, laboratorista de la Penitenciaría y nativo de El Sombrero, comentaba sobre la construcción del puente colgante, la sensación que experimentaba al atravesarlo y el dolor que sintió cuando lo quitaron. Rubén Mota acaba de morir. Pidió que no lo velaran ni lo lloraran y que quemaran su cuerpo y lanzaran sus cenizas precisamente en ese Río Guárico, en ese paso donde estuvo el puente colgante.   



TOROS, TERNERA Y TRAGOS

Ranuárez fue fanático de los toros coleados. Sus mangas favoritas fuera de San Juan, eran las de San Sebastián de los Reyes y la de El Sombrero. En San Sebastián jugaba dominó con su amigo el bachiller Escobar Lara y con Warren Joli, en la Hacienda Guárico. De impecable liquilique, le gustaba bailar joropo, comer costilla asada y tomar whisky, brandy, ron o cerveza. Más de una vez, lo fueron a buscar para una emergencia y sin el menor asomo de desagrado, interrumpía su alegre tarde de domingo: "El deber llama... será otro día".  

    

EL FUNDO LOS BUEYES

Una joven y corpulenta negra quedó viuda en Tiznados. Larrazábal presidía la Junta de Gobierno. A la mujer le hablaron de Caracas, se entusiasmó y puso en venta casi novecientas hectáreas que había heredado. A Ranuárez le dijeron y vio la posibilidad de hacer realidad otro de sus sueños. Tener una finca. La mujer pedía ocho mil bolívares que él no tenía. Llegaron a un acuerdo. Ella lo que quería era un Jeep y él lo compró a crédito en la Casa Castillo. Aquello era monte y culebra. Había que atravesar el Río Tiznados y el Caño Cañafístola. A eso lo llamaban "El 93". Sabanas inundadas en invierno, terrenales y polvaredas en verano. Cada fin de semana, nos íbamos en un viejo Willis que reconstruyó Navas Navas, un mecánico que pagaba condena en la Penitenciaría. Dieciséis años pasó Israel con aquella alcancía sin fondo, como la llamaba. Construyó un rancho de zinc, instalamos una planta eléctrica, perforó un pozo que dio agua abundante y clara, con un tanque australiano de cien mil litros. Compró un maute pintado, lo bautizó "Calabozo", por el lugar de procedencia y lo crió con esmero, hasta hacerlo magnífico padrote. Solía acariciarle y le daba sal con su mano. En Tiznados nos reuníamos cada carnaval o Semana Santa. Venían de Caracas compañeros de promoción, también Enrique Pérez Guanipa, Director del J.M. de los Ríos, el Doctor Briceño Romero y a ellos, se sumaban infaltables, Teobaldo Mieres, Fabián Zerpa, Juancho Heredia, Antonio y Neptalí Heredia, Emilio Iba rra, Julio Fernández Falcón, Luis Perdomo, Alfredo Zapata y en fin, familiares y amigos. Yo salía a cazar y traía un venado, un váquiro o algunos conejos que preparábamos en el fogón con tres tupias.  Ranuárez tuvo un caballo criollo. Le gustaban los criollos "por aguantadores". Ensillábamos y nos íbamos hasta las vegas del Tiznados, catorce kilómetros abajo, frente a lo que hoy es el caserío "LAGUNA DE PIEDRA". En esos paseos, me hablaba de medicina. Yo le pedía que me hablara del cuerpo, de los órganos, de las enfermedades, del diagnóstico y de los tratamientos. Hablaba claro, sin rodeos. Nunca escondió su preocupación por los estragos del cáncer y el hecho de que el hombre se hubiese lanzado a la conquista del espacio, sin haber descubierto la cura para este mal. A cambio de aquel caudal, yo le recitaba a sus favoritos: Neruda por su canto al amor, Lazo Martí, por su canto a la tierra que esperaba por sus hijos ausentes y Andrés Eloy, por su particular manera de cantar a la libertad y a los hijos. En "LOS BUEYES" que así bautizó su fundo, nuestro padre tenía gallinas, patos, gansos, guineos y pavos. Les daba de comer en una totuma repleta y daba gusto verlo como reía de felicidad, rodeado de sus animales. El fundo fue vendido cuando la diabetes comenzó a hacer sus silenciosos efectos. Sufría enormemente, cuando se enteraba que el encargado estaba borracho en San José, con un caballo amarrado en un cují, cerca de la Prefectura. "La irresponsabilidad tiene un límite decía entre disgustado y doli do, un animal suelto en una sabana pelada, algo come, pero amarrado, es sencillamente un crimen". Los viajes cada fin de semana a LOS BUEYES, no fueron siempre placenteros. Al menos para los acompañantes. Con mucha frecuencia, no habíamos desempacado, cuando escuchábamos la sirena a lo lejos. Era Candelario o Zambrano, los choferes del Hospital Guárico que iban a buscarlo para una emergencia. Jamás se quejó. No esperaba que llegaran, "será otro día, vámonos, el deber llama", era cuanto se le escuchaba. Otras veces, cuando teníamos invitados de Caracas, se venía al pueblo, tres horas en verano, cuatro y más en invierno, atendía la emergencia y regresaba. Un chinchorro que le regaló un preso, un tabaco nacional, un vaso de agua y una sonrisa. En San José de Tiznados, San Francisco, Ortiz, Parapara y en cuanto lugar alguien estuviera quebrantado, Ranuárez sacaba su   



LOS AMIGOS DE ISRAEL

  El doctor Ranuárez rindió culto a la amistad. Nunca salió de Venezuela, pero viajaba a Coro, a visitar al Doctor David Díaz, vallepascuense anclado en tierra falconiana o a Barquisimeto, a compartir con sus amigos y condiscípulos, los doctores José Luis Delgado, Rafael Vicente Andrade o Riera Sequera. No se alejó jamás de sus compañeros de Promoción y pocos meses antes de morir septiembre del 74 viajó a Trujillo, al acto de celebración de los veinticinco años de la Promoción de Médicos "Dr. Pepe Izquierdo". A pesar de lo quebrantado que ya se le notaba, esa noche de reencuentro con los colegas y con el anciano maestro, ya pasado de los noventa años; compartió y departió. Era la despedida sin duda alguna. Tres meses después, cerraría los ojos para siempre. Amigos de Ranuárez fueron los doctores Ibrahim Reyes  nuestro Padrino  Néstor Alfonso, médico y coleador, Rafael Vicente Pieretti amigo y compadre al igual que Pérez Guanipa, Antonio Acosta, Santiago Mujica, Lino Velásquez, Ramón de Jesús Heredia, Juan Luis Juancho Heredia, Pedro Alvarez, Tulio Pineda, Wilfrido Hoffman, el maestro Arquímedes Araujo, Francisco Castillo y su padre, Don José Castillo Toro, Bernardo Gómez, Porfirio Meló, Alejandro Tovar, El Capitán Parisca, sus cuñados Alfredo y Rafael Zapata, José Antonio Vásquez, Antonio de Francisco, Luis Alberto Ruiz, Jesús María Guindo, el Negro Asciclo, Mister Joli, Pedro Delgado, Miguel Benitez, el maestro Darilo Guittens, Porfirio Díaz, el paisa Montilla, Sergio y Olimpia Rodríguez, Cosme Cuarto, Julio Fernández Falcón, el General Augé, el Mayor Angel Custodio Aguilar, Ramón A. Ziegler, Neptalí Requena, Don Chucho Herrera, Rosalina Alvarez, Don Angel González, Pedrito Reaza, Armando Ríos, César Quero, Nicanor Rodríguez, Santana Trujillo, Vicente Arleo, Silvino Fracachán, José Antonio Páez, Daniel Gómez, Luis López, Rafaelito Mireles, Ventura Rivas El Chichero, Pánfilo Cedeño, los hermanos Torrealba Contreras, Juan Padrón, el Maestro Boyer, Mario Bazarelli, los hermanos Iskandar, Jesús Boyer, Carlos Rodríguez Ovalles, y la amistad con ellos, lo era también con sus familiares. Ese concepto que tuvo Ranuárez de la amistad con respeto y sin abusos lo llevó a tener casa de puerta siempre abierta, sonrisa siempre a flor de labios, manos extendidas para el abrazo o para el apretón en cada encuentro, en cada encuentro con sus amigos. Nuestro padre hablaba, comía, bebía, recordaba, cantaba y contaba. La integridad de este llanero lo llevó a pasar por la vida sin dejar mayores bienes de fortuna, pero atesorando afectos. La Universidad que Ranuárez contribuyó a crear, anda en el camino cierto de la promoción de valores, para que la juventud vea espejos, tenga ejemplos, siga referencias de vidas como la de este llanero ejemplar que vivió intensamente, con un gran amor por su tierra, por su familia, por su trabajo y por su patria.     



ROGELIA MAYO

 Sobrina del sabio Torrealba fue maestra y enfermera, de Cantagallo, caserío cercano a San Juan de los Morros. Fue una heroína que venció dificultades, entre ellas, la hostilidad de sus habitantes. Rogelia enseñó primeras letras y normas de higiene. Desparasitó, desterró a las niguas y los piojos. Contribuyó en la lucha contra el Chipo que infestaba de Chagas a los pobladores. Ranuárez, fue Médico Rural en ese caserío. Rogelia, con la memoria fílmica de sus últimos días, lo recordaba como un médico estudioso, jocoso, animado, inteligente y desprendido. "Tu padre muchacho nos dijo un día en Paso Pelao, cuando fuimos a pedirle sus memorias para publicarlasfue un santo varón que se entregó completo y sin reservas a servir a la humanidad". Más varón que santo Mayito, fue nuestra respuesta.   El llanero completo personaje de estas páginas, cultivó amistad con Bioanalistas y Farmacéuticos, con Auxiliares de Farmacia y con Laboratoristas. Cuando las farmacias no tenían rejas en sus puertas como ahora, el llanero completo visitaba a Don Arístides, a los Infante, a Pinto y a su amigo del alma, Don Angel del Corral, fundador de la Farmacia del viejo Hospital Guárico, pasante de medicina junto a Alberto Montenegro en ese centro de salud. Eran los días de las Hermanitas de los Pobres. Don Ángel del Corral, nacido en Chaguaramas, dedicó su vida al Hospital, luego fundó su farmacia y en ella preparaba las fórmulas de Torrealba, de Ranuárez, de Pineda o de Klapka. Con Del Corral, Ranuárez hablaba horas enteras. No había prisa para nada. Los temas eran la familia, el hospital, el pueblo y el país. Del Corral es un valor de la tierra llana con cuya memoria estamos en deuda. Se fusionaron en él, nobleza, sencillez, humildad y honestidad a toda prueba. La enfermedad, paradójicamente desatendida, había disminuido su cuerpo pero atendió sus obligaciones como Presidente del Concejo Municipal y como médico en ejercicio, hasta el último día, cuando el infarto cortó su aliento. En la gráfica, hace entrega del Premio Municipal de Periodismo "ERNESTO LUIS RODRIGUEZ", al hijo mayor, autor de este homenaje. Observa al fondo, Asdrúbal Marín, Administrador Municipal. 

  

    VOLVER A ZARAZA 

  Tomaba vacaciones y seguía metido todos los días en el Hospital y en la Penitenciaría, en el Ministerio de Obras Públicas y en el IPASME. No era (j)bsesión ni manía como cualquiera pensaba o comentaba. Tampoco era la fuerza de la costumbre. "Soy feliz así", respondía cuando algún familiar le criticaba ese apego al trabajo. No iba a Zaraza con la frecuencia que deseaba, pero, una vez al año, por lo menos dos días, tomaba camino hacia el pueblo donde había nacido. No eran ganas de ir. "Tengo necesidad de ir a Zaraza", decía. Al llegar al puente de Quebrada Honda sobre el Uñare, respiraba hondo, se devoraba el paisaje y contaba cuando ese río era navegable y como Aguirre Graterol su pariente, trajo una imprenta de los Estados Unidos y la llevó en barco justo hasta ese lugar y de allí en bueyes hasta Zaraza, en 1880. En su pueblo, buscaba a los amigos y conversaba con ellos: Don Amedeo Quintana, Quito su hijo, Don Rafael Milano, Edmundo y Alí Benavides, Don Perucho Carrizales, José Ramón Ramírez y su mujer María Guzmán, Jesús Irazábal, el bachiller Ernesto Avila. Vida se daba comiendo las empanadas de picadillo de cochino que hacía la tía Carmen, esposa del tío Chiquito Balza o las morcillas del Restaurant "EL YAURI", elaboradas por la madre del Doctor Pedro J. Hernández. Se iba al patio de la casa del médano y comía naranjas y mereyes. Sin duda, evocaba sus días de sol y cielo, de frutas, laguna y pájaros. Cuando regresábamos, expresaba satisfecho: "Cargué las baterías".     



 SILBANDO POR LOS PASILLOS DEL HOSPITAL  

  El llanero ejemplar llamado Israel Ranuárez Balza, prestó servicios en el Hospital Guárico desde 1950. Era médico cirujano y allí conoció a un diestro escarpelo, el Doctor José Antonio Velásquez y luego, a comienzos de los sesenta, con el Doctor Santiago Mujica Neira, nacido en Colombia, a quien Ranuárez calificaba como "Un caballero auténtico y un médico de kilates". En el Hospital, construido por disposición del Doctor Zamora Arévalo, Ranuárez se ganó el aprecio de todo el personal. Trataba con la misma deferencia al Director y al obrero. Llegaba silbando muy de mañana o por las noches, cuando iba a premedicar a quienes serían intervenidos al día siguiente, o a cualquier hora del día, cuando iba a su segunda casa, como solía llamar al nosocomio. Desde su ingreso al Hospital, hasta la culminación del Postgrado en Anestesiología, en 1963, fue residente y cirujano. Luego, fundó el servicio y pasó a Anestesiólogo, hasta su muerte. Jamás una equivocación con los gases, jamás una sobredosis de anestesia. La vieja y ya obsoleta técnica de dormir con éter, fue sustituida por el entubamiento endotraqueal. No sólo aprendió lo que estudió, sino que logró ser un verdadero maestro. El joven médico militar, Doctor Sojo, recibió sus lecciones, y tanto se entusiasmó con la anestesiología, que cursó Postgrado en esa especialidad, con un ejercicio limpio, hasta su prematura muerte. En esa faceta de anestesiólogo, recordaba siempre los días del cloroformo y de la cocaína y relataba el caso del Doctor Meier Fiegel, quien propuso el hipnotismo, como medio para anestesiar en caso de alergia al cloroformo. Relataba el caso que atendió el sabio médico, de una apendicitis en una paciente que sufrió síncope dos veces, por efectos del cloroformo. Ante la eminente peritonitis, se recurrió a la sugestión para evitar el dolor de la cintura hacia abajo. Desde entonces, Ranuárez anduvo estudiando, investigando sobre la mente y sobre las alteraciones en las funciones orgánicas, que tenían un origen psicológico. Ranuárez se fue de nuevo a Caracas, con becasueldo. Estudió Psicopatología y la aplicó a los pacientes del IPASME y de la Penitenciaría General de Venezuela, donde trabajó con su amigo y compadre, el Doctor Rafael Vicente Pieretti, monumento a la integridad profesional, Coronel, artista plástico y ciudadano cuya vida debe ser conocida por estudiantes de Medicina y médicos de hoy.  

   

  RECOGIENDO SUS PASOS 

 Elba Ramos es una enfermera con más de cuarenta años de ejercicio de la profesión. Ingresó a la Unidad Sanitaria con el Doctor Velásquez, estudió en Caracas, vivió un tiempo en Punto Fijo, Falcón; donde nació su hijo Miguel Angel, actual Presidente del Colegio de Médicos del Estado Guárico. Recio carácter, indoblegable voluntad y estricto apego a la ética profesional, son características de su personalidad. La señora Ramos relata lo acontecido la mañana del diez de diciembre del año setenta y cuatro: "Estábamos en el área de hospitalización del Hospital Guárico, cerca de la Capilla, cuando escuchamos el silbido de Israel. Nos asombramos porque el día anterior habíamos llamado al Hospital Clínico Universitario donde estaba hospitalizado y nos habían informado que seguía mal. Y no fue sólo el silbido agrega, luego escuchamos su voz y salimos a ver, en ese momento entraba el Doctor Ramón de Jesús Heredia, Odontólogo del Hospital y amigo de Ranuárez, le dijimos que acabábamos de escuchar la voz y el silbido de nuestro común amigo y llamó por teléfono a Caracas y le dieron la noticia: Había muerto. Llegamos a la conclusión que Israel había ido al Hospital donde prestó servicios con tanta mística y ética, a recoger sus pasos". Así lo narra hoy, a veintiocho años de la muerte de Ranuárez, esta eficiente trabajadora de la salud, quien todavía presta servicio a quien lo solicite. Le creemos.   



UNA MALA NUEVA. EL INFARTO 

 La secretaria del Director llegó a la puerta del salón. Nada extraño se notaba en su rostro. Profesor dijo con su eterna sonrisa leve, que vaya al Centro Médico que su papá no se siente bien... Terminé la clase. Los minutos que faltaban se me hicieron largos. Lo tenían en la habitación número 1. La misma donde estuve una vez con una pleuritis. Afuera, Teresa, mis hermanas, Alfredo Zapata, el Radiólogo Sigfrido Vásquez y mi abuela peleando para que la dejaran entrar. Salió el Doctor Reyes, ese voluminoso médico negro nacido en Adícora, padrino mío y compañero de farras de mi padre durante muchos años. Llevaba su uniforme de Comandante de la Guardia Nacional, seguramente estaba en el Destacamento, cuando lo llamaron. Era el accionista mayoritario de ese Centro Médico, fundado por él y el Doctor Velásquez a comienzos de los sesenta. El compadre está mal me dijo en actitud serena, poco común en un hombre rudo, que llegaba a todas partes con aquella voz de trueno, insultando a veces de verdad, otras para llamar la atención. Le dio un infarto y tiene la glicemia en tres gramos. Aquí nada podemos hacer, estamos esperando al Doctor Pineda, amigo de tu papá, que viene de la Clínica Lugo a verlo. Esperaremos su opinión para decidir. No había terminado el Doctor Reyes de anunciar su venida, cuando entró aquel cardiólogo que prestó servicios en el Hospital "Guárico" durante algunos años. Alto, de bigotes y lentes gruesos. En una mano, su maletín de cuero negro como el que usaba mi padre. En la otra, una caja, seguramente su electrocardiógrafo. Saludó y entró al cuarto. Los minutos parecieron horas. Está mal dijo con la puerta entreabierta hay que trasladarlo a Caracas. Nos vimos las caras. Nos pusimos de acuerdo. Teresa, la noble esposa y mis dos hermanas, se fueron a llamar a Juancho Heredia, médico cirujano del Hospital Clínico, primo de Tere y compañero de estudios de Ranuárez en la Escuela Aranda y en el Colegio Roscio. Yo me fui a buscar una ambulancia. La ambulancia de los Bomberos estaba dañada. Igual la de la Penitenciaría, donde mi padre también era médico. La de la Guardia Nacional estaba fuera de la ciudad y la del Hospital a duras penas rodaba. Así nos fuimos. Candelario el chofer, dijo que no tenía ni caucho de repuesto, ni gato, ni llave de cruz. Era una camioneta PickUp, con una cabina encima. Estaba destartalada. La señorita Betty, ex alumna mía y quien recién comenzaba a trabajar como auxiliar de enfermería, se fue con él, detrás. Teresa adelante y yo les seguía en el Ford que recién había adquirido mi padre. Yo lo veía por los vidriecitos de la ambulancia y sentía un dolor profundo, ver a aquel hombre tan enérgico, tan desprendido, tan entregado a su apostolado, allí, tirado en una camilla con las ruedas malas, sin oxígeno y con una sonrisa a pesar del dolor. Tres veces nos detuvimos. Entrar al Clínico fue una odisea. El tráfico de Caracas a pleno mediodía hacía que aquella procesión aumentara nuestra angustia. La sirena a nadie le importaba y el enfermo, menos. Una vieja ambulancia de pueblo penitenciario, seguramente llevaría a un preso cualquiera...   



  EL ÚLTIMO ADIÓS

Dos meses y medio duró Ranuárez en el Clínico Universitario. Ingresó infartado y fue anunciado paso a paso su fin. Luego sería el accidente cerebrovascular y finalmente neumonía. Teresa cuidó sus últimos días. El 10 de diciembre cerró sus ojos para siempre. Sus carnes venidas a menos regresaron en un ataúd. Recibió homenaje en el Colegio de Médicos, en la Gobernación del Estado, Asamblea Legislativa y Concejo Municipal y un río de gente le acompañó hasta el cementerio. Dos filas de mujeres de blanco le tributaron el último adiós al hombre que había consagrado su vida al ejercicio de la medicina con un sentido prusiano de la responsabilidad, sin ver hora ni día. El doce cumpliría cincuenta y dos años. La diabetes hizo estragos en su cuerpo y sólo la muerte interrumpió aquel apostolado. Los pobres del pueblo le lloraron y le tributaron los honores de las flores silvestres y las lágrimas de la gratitud. Ese día, llegó a la casa de los abuelos en la subida del viejo mercado, con una corona gigantesca de rosas, con su eterno traje oscuro, el amigo de toda la vida, Héctor Pérez Colmenares, quien quedó ciego a los dieciocho años y tenía un programa radial en la capital aragüeña. Vino en autobús y nos acompañó hasta el amanecer. Al despedirse, habló de la humildad de Israel, de la honestidad a toda prueba, del desprendimiento y de la generosidad. Las palabras de Héctor antes de marcharse y el ulular de las sirenas en la puerta del camposanto, los tengo grabados desde ese día y para siempre.   



ORACIÓN FÚNEBRE ANTE LA TUMBA DEL DR. ISRAEL RANUÁREZ BALZA

Cementerio de San Juan de los Morros 11 de Diciembre de 1974
Como la frialdad que causa en nuestros nervios el acero al contacto de nuestras manos, así penetró ayer en nuestras almas la aciaga noticia que anduvo de boca en boca: Murió Israel Ranuárez... La muerte de este amigo diáfanamente vertical me anuda en la garganta, una congoja y las palabras se me ponen mustias. Antier cayeron Moya, Tebar, Klapka, Pineda y hoy le tocó el turno a éste que ha conmovido todos los sentimientos con el hondo desconsuelo del que ya nada espera. Ayer un hombre cordial y compasivo como escudriñando los misterios de la vida, caminaba impasible por los pasillos del viejo hospital de esta ciudad a cumplir su trabajo cotidiano y hoy cae a esta fosa, ojalá que nunca llegue la hojarasca silenciosa del olvido. Hombre profundamente humilde que tuvo siempre abiertos el corazón y los brazos para la espera de los infortunados, y que al rescoldo espiritual de su armonía, mantuvo inalterable su modestia... Durante su vida se hizo acreedor al aprecio y gratitud y al cariñoso respeto de la gente del pueblo, porque fue un rayo de luz en los postigos de las casas humildes y ante el enfermo que tuerce su espíritu en las angustias del dolor, supo siempre doblar su columna vertebral, pues hizo de la sala hospitalaria el sol de su gloria, el templo de su patriotismo y el Belén de su libertad. Colega que paseó triunfante su escarpelo por casi todas las regiones de la anatomía humana y vivió la trágica belleza de la arteria por donde en rojo torrente circula la vida. Se emocionó ante la derrota del hueso enfermo que el blanco yeso cubre como una bandera de paz y sintió muy hondo y vislumbró muy adentro el majestuoso panorama de la medicina interna, pues sabía que más allá de agresión quirúrgica está la célula con todo su complejo mecanismo humoral y lo insondable de la reacción psíquica. Hombre de privilegiado corazón, de alma extraña, perennemente en pugna con mezquindades humanas. Caballero diáfanamente vertical. Funcionario de notables ejecutorias y ciudadano útil que sirvió a su tierra sin estridencias y sin egoísmo individual, con buena fe, eficiencia, perseverancia, desprendimiento y ponderación. El hogar que formó fue modelo de virtudes donde se practicaron sin alarde los edificantes principios de la nuestra fe religiosa y halló la caridad asiento, floreció la modestia y echó raíces la virtud. Tan rico patrimonio moral fue la única herencia que dejó a sus hijos. Aquí estamos al pie de su recuerdo, a la sombra de su verdad, al calor de su vida y de su obra. Aquí estamos hoy tus compañeros de siempre ante la orfandad del recuerdo, ante tu osamenta, ante el cráneo carcomido por la mueca horripilante del dolor, regando con lágrimas tu fosa para que florezca el amor pues en la convivencia universal solamente el amor es fecundo. Israel, diciéndote así como te llamaron todos los que te respetaron y quisieron, así como te llamaron los hidalgos hijos de esta ciudad, cuyos ciudadanos, mujeres y niños abandonaron sus quehaceres cotidianos para estar contigo aquí en esta hora nefasta y terrible... Que abrupto es tu designio Señor . pero para qué increpar tu hondo misterio... Contricta el alma la partida eterna de este hombre bueno a quien nunca las fatigas del apostolado le ensombrecieron el rictus de la amargura. Te acabaste en la juventud de tus días cuando tu nombre estaba nimbado de devota simpatía y lleno de profundo y sincero respeto...  Con tu partida el hospital se puso tedioso como si hubiera querido proyectar la tristeza de la ausencia y el mutismo cuelga de los labios pesarosos y negligentes de los que allí se quedan y donde solamente quedará la huella de los pesares porque el alma es como el tronco del árbol que no guarda memorias de las floraciones pasadas sino de las heridas.que le dieron en la corteza. Bendita sea mil veces la supervivencia fecunda de los hombres preeminentes... Bendita sea mil veces el conjuro elocuente de la palabra congelada que brota por los labios marmóreos de las tumbas en insinuante prédica de armonía y de paz... Israel, recibe en esta nota estoica la ofrenda conmovida de tu querido Colegio de Médicos y la ofrenda de mi vida, mi propio corazón. Alberto Rodriguez Morales     



  ISRAEL RANUÁREZ BALZA

  La fatalidad es dura con San Juan. Hoy lo digo por el doctor Ranuárez. Nació en Zaraza, pero como el profesor Bartolomé Marín, Pedro Valera Mora o Felipe Yaker nacidos lejos de esta ciudad, él fue parte constitutiva de la historia de San Juan. En un instante singular de sus altibajos históricos Ranuárez fue su timonel, cuando en enero de 1974, asumió la Presidencia del Concejo Municipal de Roscio, acompañado por un equipo de impecable buena voluntad. Yo conocí a Ranuárez en la época agria de mediados de la década del cincuenta, y él fue uno de los pocos que dirigió algún afecto hacia los muchachos que en el liceo encendíamos antorchas contra aquel régimen. Fue después mi médico. Alguien en quien tuve fe, a pesar de mi desconfianza ante todo lo que respira profesionalismo. Una vez lo encontré en una exposición en el liceo Roscio. Y pensé en aquel médico que se acercaba a los jóvenes, que no ocultaba por ninguna parte la demagogia habitual en otros. Pensé en el ex alumno, entrado ya en años, que alberga un cariño silencioso hacia el Instituto donde estudió. El fue de la generación que comenzó en el Roscio el año de su fundación. Y que allí estuvo sólo dos años. Un día en una altura donde recibíamos el aire que pasa por los 700 metros sobre San Juan, dialogamos cosas sobre la fatalidad política nacional. De su apellido derivado de Renoir. Y pensé en el énfasis con que habla todo zaraceño, su armónica convicción, una herencia ancestral de trascendencia y lucidez que se asentó en Zaraza en todos sus hijos. Una ascendencia que nos une. En enero de 1974, el fervor de verlo allí, rodeado de colegas de igual escuela, me motivó a escribir sobre los cien años del estudio que los doctores Ernst, Medina y Rodríguez hicieron sobre el centenario del desplazamiento de la capital del Guárico hacia Ortiz. Respondió con igual entusiasmo. Por ahí conservo su carta. Convaleciente nos acompañó en el foro que el Comité Pro  Universidad realizó en Ortiz con José Antonio de Armas Chitty para dilucidar la fecha exacta del traslado de la capital. Él propició otro con Luis Acosta Rodríguez y estuvo en la charla esclarecedora que éste dictó en la Casa de la Cultura ante ocho personas. Ranuárez no fue una manera de ser común. Él era el ciudadano amistoso, no sectario, justo, humilde, ponderado, que sabe repartir méritos. Escasean los hombres como él. Yo pienso que no hemos sido lo suficientemente agradecidos con su condición humana. Y que deben suspenderse las falsas glorias, las vanidillas, las fiestas de los repartos y la amargura de las contiendas para rendirle con solemnidad, un homenaje digno. Adolfo Rodriguez R. (Diario HORA O Valencia 1975)      




  LA MUERTE DE ISRAEL O EL CANTO APAGADO DE UNA CHICHARRA

  Una chicharra nacida una tarde de diciembre murió de canto hace un año, una mañana de diciembre. Su cuerpo tostado por el sol de los veranos llaneros, quedó abrazado al grueso tronco del árbol del recuerdo. El bronce sonoro lanzó un gemido que se oyó más allá del Pariapán, chocó contra los cerros que circundan el valle del Bautista, hizo eco en las fauces con aliento de azufre del gigante convertido en piedra y regresó más doliente aún a los oídos de la silenciosa multitud. Cincuenta y dos palomas abandonaron las torres y surcaron el gris  azul por la ruta hacia lo eterno. En los hombros de seis, va lo que queda de uno que hasta ayer fue. La marcha es lenta y la tristeza aumenta desde que la brisa se llevó la queja triste y doliente de las campanas de la iglesia de este pueblo. El cortejo abandonó la sombreada plaza y pasa bajo un arco de triunfo que hicieron dos viejos samanes uniendo sus ramas. Uno frente a otros. Son restos de tiempo apostados allí para despedir a diario a los pasajeros que visitan el templo antes de emprender el viaje a la ciudad donde se cumple la sentencia bíblica. Allí donde el cuerpo inerte espera su transformación para volver a ser lo que antes había sido. Para ser de nuevo polvo que es lo que queda de los hombres después del recuerdo. A las puertas de esa, la ciudad del eterno sueño; dos filas de mujeres trajeadas de blanco. Los hombres que llevan la pesada caja vegetal con carga ex  humana viran a la izquierda y cuatro sirenas llorando dicen adiós al peregrino. Muy cerca de la entrada, la casa subterránea, la nueva casa; espera con su puerta abierta. Más tarde, una montaña de flores de vivos colores y fragantes aromas. Y lloraban hacia adentro los corazones que sí sabían de la imposibilidad del retorno. Lloraban porque presentían que no sería más una ausencia cualquiera. Sabían bien que desde esa hora, cada minuto sería siglo de soledad en el creciente recuerdo. Argenis Ranuarez A.      




   LA MUERTE DE ISRAEL O LA ETERNA ORFANDAD

 Por Argenis Ranuárez Hace 26 años, un joven campesino que se había marchado una mañana en busca de mejor destino; recibe un pergamino con la mano temblorosa por la emoción e inclina la cabeza para recibir en su cuello una soñada medalla. Fue en el paraninfo de la Universidad Central. El Rector Julio de Armas estrecha con fuerza la mano de aquel paisano guariqueño. Había nacido en Zaraza el 12 de Diciembre de 1922. En San Juan de los Morros cursa primaria bajo la sombra tutelar de Antonio Miguel Martínez. Después vendría Maracay, Mérida y al final Caracas. Pequeño de estatura y gigante de corazón. Esa noche de 1949 culminaba una larga jornada de privaciones, estudio y necesidades. Era al mismo tiempo el inicio de una nueva etapa. Hijo del Llano. Provinciano empedernido. Regresa a la tierra de horizontes infinitos con una infinita alegría y cantando su nueva esperanza. Israel se llamaba y desde ese momento el nuevo discípulo de Hipócrates comienza a tallar su perfil de ejemplaridad. Lo recibe El Sombrero, Médico del Hospital y de obreros en Vallecito. Recuerdo a Israel bajar presuroso las talanqueras de alguna manga de coleo para atender un enfermo: Amó la profesión médica y la ejerció con decoro, dignidad y conciencia. También amó locamente las tardes y las mañanas en el campo. Respiraba profundo el olor de tierra mojada en invierno y del mastranto durante el inclemente verano. Solía disfrutar en actitud meditabunda y con mirada escrutadora, el vuelo de las garzas en el estero, el pastar de la vacada, el retozar de los potros en el corral y el canto monótono y triste del cristofué. Amó la naturaleza y escudriñó en ella toda la verdad que alberga y supo aceptar la presencia en toda aquella armonía, de una mano hacedora y rectora del mundo. Amó a los hombres y fue maestro sin alardes de sabiduría de todo el que se arrimó a sus enseñanzas. Su hablar pausado y seguro no sólo fue cátedra de ciencia sino de filosofía. Yo fui su amigo y alumno después de hijo, supe que amaba locamente. Cuando recorríamos caminos a orillas del Tiznados a pie o en lomo de caballos, él me hablaba del proceso irreversible de los carcinomas, o de la deficiencia insulínica que él mismo con resignación padeció 20 años o de las reacciones del individuo ante estímulos diversos. El callaba y yo le decía versos de Fray Luis, Sor Juana Inés, Bécquer, Whitman o Andrés Eloy. Era una simbiosis perfecta. Cúando vestía el mandil y descorría el bisturí por alguna parte del cuerpo niño, maduro o anciano era certero. Cuando manejaba el instrumental de anestesia era preciso. Cuando exploraba en conflictos emocionales en su condición de psicopatólogo, era cauteloso y prudente. Israel fue de esos hombres escasísimos por cierto, que sí supo ser agricultor de la amistad. Sembraba en lo fértil y en lo árido. Regaba en invierno y en verano, cosechaba de día y de noche. Israel no envidió nunca a nadie. Sólo se negó para lo deshonesto. No supo de discordias. Fue apóstol de la convivencia feliz y fue antes que nada justo. Dio a cada quien lo suyo. Practicó el arte de lo bueno y de lo equitativo. Israel no pidió favores y cuando servía en algo no esperó nunca más allá de una sonrisa. Ese hombre pequeño y de manos grandes abiertas al encuentro de cosas cada vez mejores, amasó por toda fortuna los abrazos maternales de mil brazos venosos y de piel cansada por los años, de esas viejecitas que confiaron sus dolencias sin cura farmacológica a sus consejos sobre la necesidad de tejer, regar plantas o criar animales. Ese hombre aplicaba una terapia especial. Era como si tratara de invertir el proceso de pesimismo mediante lo ocupacional: tejer manteles si la pupila lo permitía, como para destejer la madeja de sueños realizados. Regar plantas para seguir viviendo la alegría de ver una semilla diminuta y alargada, convertirse en una hermosa y perfumada flor. Criar animales para suplir la ausencia de los hijos no tenidos o de aquellos que hicieron vida aparte y vienen al viejo hogar como turistas a un país desconocido. Mi amigo y maestro practicó la bondad y no la confundió con la caridad. Fue hermano de los pobres. Padre de los débiles. Hijo de los sufridos y alentador de los desesperados. Tuvo un alma estoica para los agravios. Sorda para las ofensas. Abierta para la comprensión y grande como una casa grande para albergar ilusiones propias y ajenas. Hoy se cumple un año de haberse reunido los sobrevivientes de la promoción a la cual pertenecía. Fue en Valera el 25 de septiembre de 1974 junto al anciano maestro Pepe Izquierdo. Ya su corazón estaba cansado de tanto amar y esa noche de reencuentro y recordación supo ocultar el dolor que le mataba y departió con todos. Muchos hablaron del Norte y de Europa. Israel habló de San Juan y del Guárico. De su hospital y de su gente. Del llano. Hoy, estoy celebrando su aniversario de grado. Esperando su retorno y tratando de seguir aunque inúltilmente sus pasos de bonhomía y humildad.       



 EL ROSCIANO DE HOY

(Inés Vargas). Hoy viernes diez de diciembre se cumplen cinco lustros de la desaparición física del Dr. Israel Ranuárez Balza nuestro Rosciano de Hoy. Nació en Zaraza un doce de diciembre hace setenta y siete años, de una familia honesta y trabajadora coronó su meta de hacerse médico con grandes sacrificios personales y familiares. Culminada la primaria en la Escuela Aranda de San Juan de los Morros tuvo el honor de ser fundador del Colegio Roscio y continúa su bachillerato en Maracay junto a personalidades como el Rector Brito Figueroa, Domingo Maza ¿avala, Luis Miquelena, Antonio Barragán Burgos entre otros. Con el título de médico cirujano y dos Postgrados mantuvo la humildad propia de los sabios ejerciendo su profesión hasta el momento de su muerte como un medio de servir a la humanidad y no como un lucro personal y ocupando cargos públicos en dictadura y en democracia con la honestidad y eficiencia que llevaron a bautizar con su nombre el moderno hospital de la capital guariqueña en un acto de reconocimiento de la colectividad a quien destacó durante su vida por su entrega a los pobres y su amor a la naturaleza. El Dr. Israel Ranuárez Balza no sólo fue un alumno fundador de nuestro liceo junto a sus hermanos Pedro Celestino y Luz Esther, sino padre de tres roscianos: Argenis, Ana Teresa y Luz Elena y padre político de Luis José Perdomo y Manuel Barrios. Al recordar la figura de este rosciano ejemplar exhibimos con orgullo su nombre entre aquellos que han pasado por nuestras aulas y han ido por el mundo sembrando y cosechando. "El Rosciano" N°59 Organo del Club de Periodismo "Alí Almeida " Liceo Roscio. 10 de Diciembre de 1999    


  

GRATITUD Y PERDÓN

 Nuestro llanero ejemplar nos hablaba de la gratitud. Era agradecido y mil veces lo demostró con todo aquel que le hiciera bien a él o uno de los suyos. Cuando estudiaba en Mérida, el abuelo Pedro y el Tío Chicho le enviaban ciento cincuenta bolívares mensuales. Pagaba cien en una residencia y con cincuenta cubría todos los gastos personales y de Universidad. Si alguna vez fui al cine comentaba, fue por invitación de Euclides, pero yo prefería quedarme estudiando con sus libros, mientras él iba. El dinero se lo enviaban por giro telegráfico. No era fácil recoger esa cantidad. Con frecuencia el envío demoraba y el Jefe de la Oficina de Telégrafo, Pedro Belisario, para entonces recién casado con la bella Elisa Pineda, lo atendía, se comunicaba para reclamar el envío y hasta llegó a facilitarle el dinero hasta tanto llegara. "Pedro Belisario y Elisa se portaron muy bien conmigo en Mérida, mi agradecimiento será eterno", decía con frecuencia. Si bueno fue para llevar presente en su conciencia y en su sentimiento el bien que recibió, mejor aún estaba hecho para perdonar el mal que le hizo el abuso de confianza, la brutalidad o el fanatismo. De lo primero, el pago que tuvo que hacer por la deuda de un Velásquez, quien compró un Volkswagen en la agencia que estuvo en San Juan de los Morros y le pidió fianza. Ranuárez no se quejó nunca del pago que tuvo que hacer. Su malestar lo produjo el hecho de haberse encontrado al hombre unos días antes y no haberle dicho nada, a pesar de que la agencia había agotado toda vía de cobranza extrajudicial. "No se hable del asunto nos pedía cuando alguno de nosotros expresaba dis gusto". No se hable más del asunto, repetía. Y de los adecos que regaron el infundio del "asesinato" de Carnevalli en la Penitenciaría, con suministro de vidrio molido en la comida, pues cual otra muestra de perdón, que aceptar postulación como independiente por ese partido para concejal, sin haber dicho nunca una sola palabra sobre tal infamia. No conoció el rencor. Ni el odio.    



   HASTA AQUÍ LOS PERFILES DE UNA VIDA BUENA POR HONESTA Y DIGNA,   ÚTIL POR SOLIDARIA. ES LA VIDA QUE TODO MORTAL DEBE,       PUEDE Y TIENE QUE VIVIR    


Digitalizado por prof. PEDRO ALEJANDRO MORA VELASCO

Con autorización del AUTOR


1 comentario:

  1. DR. ISRAEL RANUAREZ BALZA. HOMENAJE ESCRITO POR ARGENIS RANUAREZ. LIBRO COMPLETO. (PERFIL DE UN LLANERO EJEMPLAR)

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